El famoso desacople que experimentarían las economías latinoamericanas fue tan sólo un espejismo que duró apenas unos meses. La profundidad de esta crisis histórica destruyó los argumentos válidos con que contaba la región para evitar un impacto tan profundo en sus economías.
Latinoamérica arrastraba cinco años de crecimiento a una tasa promedio anual del 5%, con sólidos indicadores macroeconómicos y una demanda interna que se fortalecía a medida que mejoraban los indicadores sociales (con disminución de la tasa de desempleo, reducción de los indicadores de pobreza e indigencia y mejora del salario medio). Con estos argumentos, no resultaba descabellada la idea de que los países latinoamericanos podían compensar con su fortaleza interna (que no mostraba, en líneas generales, signos de desgaste), el deterioro observado en el contexto externo."
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